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▷Crisis global y su impacto sobre el trabajo y la salud✔

Salud de los Trabajadores
versión impresa ISSN 1315-0138
Salud de los Trabajadores v.18 n.2 Maracay dic. 2010

EDITORIAL
Crisis global y su impacto sobre el trabajo y la salud

Qué grato me resulta escribir una editorial para una revista que forma parte de mi vida. Perdonen esta mención inicial, pero es inevitable que aflore el afecto al intentar un primer párrafo. Salud de los Trabajadores es una revista única en su tipo, lleva 18 años publicándose regularmente. Es una publicación indexada y arbitrada que ha merecido diversos reconocimientos académicos, y sigue dedicada a difundir conocimientos que se aspira sean útiles para mejorar las condiciones laborales y de vida de los trabajadores, esencia misma de la sociedad. Por ello, comenzamos felicitando y reconociendo a Salud de los Trabajadores.

 

Esta editorial aborda el tema de la crisis global y su impacto sobre el trabajo y la salud, y los retos y perspectivas que este fenómeno plantea a la salud pública y la salud de los trabajadores. La humanidad enfrenta una crisis multidimensional, de una magnitud nunca antes vivida; su dimensión financiera acaparó muchos titulares de los medios y una fuerte intervención del estado para apoyar a grandes empresas quebradas por la codicia de sus propietarios. Esta crisis financiera demostró que cuando hay ganancias éstas se concentran, pero cuando hay pérdidas se reparten entre todos. La segunda dimensión de la crisis es la económica, que se expresa en disminución del crecimiento de la economía de los países y, según la OIT, generará un desempleo sustancial y un aumento de la pobreza extrema. La tercera dimensión de la crisis es la ambiental: deterioro de los ecosistemas, cambio climático y calentamiento global, que amenazan no sólo la salud, sino la vida del planeta; y -muy vinculada a ella y como su causa fundamental- la crisis energética. El mundo -para mantener un modelo de vida y consumo insostenible- gasta cerca de 80 millones de barriles de petróleo diarios, la mitad de ellos sólo en 2 países. Otra dimensión de la crisis es la alimentaria; la FAO ha señalado que el planeta produce alimentos suficientes para toda la humanidad, pero que no están distribuidos equitativamente, ni mucha gente tiene como comprarlos, lo que nos hace enfrentar una doble problemática: una epidemia de sobrepeso y obesidad en el norte, al lado de una pandemia de desnutrición y de hambre en el sur. Además, es evidente que estamos también ante una crisis ética y de las formas de hacer política…

 

Este carácter multidimensional y global del actual panorama, nos coloca ante una situación novedosa: la de una “crisis civilizatoria”, que no es la crisis cíclica y periódica del capitalismo sino una mayor, que obliga a la humanidad a repensarse a sí misma, que expresa el fracaso de un modelo de vida, desarrollo y organización de la sociedad, y que impone buscar y construir un futuro nuevo y distinto.

 

Es necesario comprender las causas de esa crisis, y una categoría útil es la “aceleración global y despojo”. Aceleración global entendida como un proceso en el cual, por un lado, aumenta la velocidad de los flujos económicos y financieros, el ritmo de producción y reproducción del capital, mayor producción de riqueza, y rápido crecimiento de la economía que llega a “recalentarse”, y paralelamente a esa aceleración y sobreproducción, un proceso de despojo de derechos fundamentales. Aceleración global y despojo marchan en forma paralela. El capital se concentra y acumula, al tiempo que hay mayor explotación y desgaste de los trabajadores y la población, generando exclusión, pérdida de derechos, y retrocesos de la salud y de la vida. Estos procesos se dan en el mundo con un común denominador: disminución del papel del Estado, desregulación, sobreexplotación y precarización de las condiciones de trabajo.

 

Ha crecido la riqueza, y paradójicamente también ha crecido la pobreza. El 10% más rico de la población percibe y controla el 85% de la riqueza, mientras el 50% sobrevive con sólo el 1%.

 

Esto nos lleva a plantearnos un problema que es paradójico y contradictorio: el desarrollo de un nuevo patrón tecnológico, coexistiendo con terribles formas de injusticia y explotación. Se habla de una tercera revolución industrial, de un nuevo patrón tecnológico, que tendría cuatro grandes elementos:

 

1. Inimaginable desarrollo de la informática, con informatización masiva de la actividad económica, aumento de la velocidad de los flujos financieros y mundialización de la economía. Base central de lo que algunos llaman la globalización.

 

2. Automatización y en algunos casos robotización de la actividad productiva, que disminuye sustancialmente la necesidad de fuerza de trabajo, produciéndose muchísima más riqueza, pero generando desempleo.

 

3. Producción de nuevos materiales y nanotecnología: la física y la química juegan con los átomos para diseñar nuevos materiales de resistencias y tamaños increíbles, que revolucionan la producción, y tienen gran influencia en la medicina.

 

4. Biología molecular, ingeniería genética y biotecnología, que permite descifrar el genoma y producir nuevas formas de vida, los transgénicos entre ellos.

 

Este nuevo patrón tecnológico pudiera generar bienestar y desarrollo, acelera la producción y la economía, incrementa la producción de riqueza, pero -paradójicamente- no contribuye al bienestar colectivo porque se basa en un modelo en el cual la tecnología no es un instrumento para el avance colectivo sino para la acumulación, la ganancia y la sobreexplotación del trabajo.

 

Este nuevo patrón tecnológico ha generado una recomposición productiva con nuevas formas de organización laboral: trabajo flexible, teletrabajo, maquila, tercerización, movilización de empresas; todas con sobreexplotación, desprotección del trabajador y precarización de las condiciones de trabajo. Hay una coexistencia desigual de un nuevo patrón tecnológico informatizado, robotizado, que genera nuevos riesgos y nuevas formas de organización del trabajo, con los viejos modelos tayloristas y fordistas. Pero en ellos siempre hay algo en común: buscan la máxima explotación del trabajo, porque la ley fundamental de este modelo de sociedad es obtener la máxima ganancia al menor costo posible. Esto implica patrones combinados de procesos nocivos, desgaste y daños, con un aumento de los accidentes y enfermedades vinculadas al trabajo. La OIT habla de 2.2 millones de muertes anuales vinculadas al trabajo. Hay una combinación y acumulación de riesgos, seguimos enfrentando los viejos: físicos, químicos, biológicos; al tiempo que lidiamos con los riesgos de las nuevas formas de organización del trabajo, robotización y flexibilización.

 

El mundo de la llamada informalidad y el trabajo no asalariado crecen, anteriormente hablábamos de “ejército industrial de reserva” como esa masa de trabajadores desempleados que buscaban trabajo y tenían la posibilidad en algún momento de insertarse a la producción; hoy lo que tenemos es una sobrepoblación excedentaria que nunca tendrá la oportunidad de incorporarse a los circuitos primarios de producción y estará condenada a vivir en los circuitos secundarios, en la exclusión, la marginalidad y la delincuencia.

 

Retos y perspectivas

 

El primer reto es la defensa del derecho a la salud, la defensa de lo público, la confrontación de la concepción de salud como mercancía y de las políticas privatizadoras. No nos resignemos a sistemas sanitarios donde la salud es concebida como mercancía. El reto fundamental para la salud pública es la defensa de la salud como derecho humano y social fundamental, parte del derecho a la vida.

 

El segundo reto es promover políticas de salud intersectoriales que actúen sobre los determinantes sociales de la salud y promuevan y protejan la salud de la población; complementándose con un modelo de atención integral, que dé cuenta de la enfermedad cuando sea necesario.

 

El tercer reto es entender y promover la participación social, como elemento fundamental para una nueva salud pública. Es fundamental acercarnos a los movimientos sociales, a los nuevos actores de la vida social, a los pueblos originarios, a las organizaciones de mujeres, organizaciones ecologistas y de defensa del ambiente. Sin participación consciente y organizada no puede haber buena salud.

 

Retos para la academia. Un gran reto es formar buenos profesionales y producir conocimiento innovador. Docencia e investigación no sólo para una mejor comprensión de la realidad, sino para la transformación de esa realidad. Por lo tanto, hay que llevar el conocimiento a los trabajadores, a sus organizaciones, acompañarlos en sus luchas. Es necesario que los profesionales y técnicos acompañemos a los movimientos sociales, que transmitamos esos conocimientos que se producen en los postgrados en elementos útiles y necesarios para los planes de acción de las organizaciones sociales. Es fundamental promover alianzas con los nuevos actores del movimiento popular, con las organizaciones ecologistas y ambientalistas que luchan contra el cambio climático y el calentamiento global, con las organizaciones indígenas que plantean un nuevo modelo de relación con la naturaleza, con las organizaciones de mujeres que luchan por la igualdad de género y contra cualquier forma de violencia. La conformación de un nuevo bloque social es fundamental para avanzar.

 

Retos para los trabajadores. Es indispensable fortalecer y renovar la organización sindical, la que ha venido enfrentando una campaña de descrédito brutal como parte de una política para destruir a las organizaciones sociales y redes comunitarias, pero que alguna “dirigencia” ha contribuido con prácticas elitistas, alejándose de las bases, y refugiándose en prebendas económicas. Por lo tanto, un reto fundamental es fortalecer, recuperar y renovar la organización sindical, pero que se haga en el marco de esas nuevas alianzas con los nuevos movimientos sociales.

 

Otro reto es fortalecer la lucha por la salud de los trabajadores, que no se abandone o se coloque en planos secundarios, es evidente que las nuevas condiciones de trabajo han relegado la lucha por mejores condiciones de higiene y seguridad en el trabajo. Deben recuperarse, es necesario fortalecer el papel de la salud laboral en la lucha y las reivindicaciones de los trabajadores, hay que seguir luchando por el reconocimiento, prevención y compensación de las enfermedades y accidentes ocupacionales. En la búsqueda de alianzas con otros actores y movimientos sociales, un elemento importante es romper con el viejo criterio de la seguridad social sólo para trabajadores y asumir el criterio de la universalidad. La salud y la seguridad social para todos sin distingos de ningún tipo es un elemento importante en las nuevas luchas. Y por supuesto, rescatar y mantener los grandes derechos de los trabajadores: el derecho a estar informados, a conocer los riesgos y las condiciones en las que trabajan, el derecho a organizarse y a participar en el control de esos riesgos, y el derecho a movilizarse para transformar esas situaciones.

 

Para concluir, hago una reflexión sobre la salida a la crisis, que implica un cambio del modelo de desarrollo y consumo vigentes, que ha demostrado ser insostenible. Desde lo más profundo de nuestra América mestiza se ha gestado un debate sobre la sociedad que queremos, nuestros pueblos originarios plantean el “sumak kawsay1 ” que pudiese expresarse en una vida no mejor que la de otros, ni en continuo desvivir por mejorarla, sino simplemente buena. El “sumak” nos remite a lo saludable, lo bueno, el “kawsay” a la vida en comunidad. El “sumak kawsay” se refiere a la vida buena, al buen vivir, a un modo de vida saludable, en equilibrio con la naturaleza y satisfaciendo las necesidades de todos. Esta concepción es opuesta al modelo de vida occidental, centrada en el consumo superfluo y en la acumulación de bienes. Nuestros pueblos originarios dicen que la sociedad occidental rinde culto a un modelo de desarrollo y consumo errado, que acumula riquezas, destruye la naturaleza y genera pobreza. Nos dicen que esta sociedad lo que quiere es “vivir mejor” entendido como acumular cada vez más bienes y riquezas, compitiendo entre los hombres para tener más que otros, mientras que ellos lo que quieren es sencillamente vivir bien, y vivir bien implica: equilibrio con la naturaleza y satisfacer las necesidades de todos en forma colectiva. Los pueblos originarios nos dicen que no son dueños de la naturaleza, por el contrario, que pertenecen a ella, y es la naturaleza quien nos brinda los bienes que permiten la satisfacción de nuestras necesidades colectivas, sin acumulación superflua. Nos enseñan que la naturaleza debe preservarse porque vamos a volver a ella. Y esa vida buena, ese buen vivir está sustentado en valores colectivos, no individuales sino de solidaridad, dignidad y armonía con la naturaleza y con los demás. Esa puede ser la base de la construcción de la nueva sociedad que aspiramos y que debe permitir la satisfacción real de las necesidades de todos y todas.

 

Oscar Feo Istúriz

Universidad de Carabobo

E-mail: oscarfeo@comhu.org.pe

Oscar Feo Istúriz

Universidad de Carabobo, Valencia, Venezuela. E-mail: oscarfeo@comhu.org.pe

Nota

1 sumak kawsay del quechua vivir bien.

Postgrado en Salud Ocupacional e Higiene del Ambiente Laboral. Instituto de Altos Estudios Dr. Arnoldo Gabaldon, Avenida Bermúdez Sur, Antiguo Edificio Malariología, Maracay, estado Aragua. Apartado Postal 2442, Zona Postal 2101. Teléfonos: 58-0243 / 232.10.01-2322645. Fax: 58-0243 / 232.45.66

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