Qué
grato me resulta escribir una editorial para una revista que forma parte de mi
vida. Perdonen esta mención inicial, pero es inevitable que aflore el afecto al
intentar un primer párrafo. Salud de los Trabajadores es una revista única en
su tipo, lleva 18 años publicándose regularmente. Es una publicación indexada y
arbitrada que ha merecido diversos reconocimientos académicos, y sigue dedicada
a difundir conocimientos que se aspira sean útiles para mejorar las condiciones
laborales y de vida de los trabajadores, esencia misma de la sociedad. Por
ello, comenzamos felicitando y reconociendo a Salud de los Trabajadores.
Esta
editorial aborda el tema de la crisis
global y su impacto sobre el trabajo y la salud, y los retos y perspectivas
que este fenómeno plantea a la salud pública y la salud de los trabajadores. La
humanidad enfrenta una crisis multidimensional, de una magnitud nunca antes
vivida; su dimensión financiera acaparó muchos titulares de los medios y una
fuerte intervención del estado para apoyar a grandes empresas quebradas por la
codicia de sus propietarios. Esta crisis financiera demostró que cuando hay
ganancias éstas se concentran, pero cuando hay pérdidas se reparten entre todos.
La segunda dimensión de la crisis es la económica, que se expresa en
disminución del crecimiento de la economía de los países y, según la OIT,
generará un desempleo sustancial y un aumento de la pobreza extrema. La tercera
dimensión de la crisis es la ambiental: deterioro de los ecosistemas, cambio
climático y calentamiento global, que amenazan no sólo la salud, sino la vida
del planeta; y -muy vinculada a ella y como su causa fundamental- la crisis
energética. El mundo -para mantener un modelo de vida y consumo insostenible-
gasta cerca de 80 millones de barriles de petróleo diarios, la mitad de ellos
sólo en 2 países. Otra dimensión de la crisis es la alimentaria; la FAO ha
señalado que el planeta produce alimentos suficientes para toda la humanidad, pero
que no están distribuidos equitativamente, ni mucha gente tiene como
comprarlos, lo que nos hace enfrentar una doble problemática: una epidemia de
sobrepeso y obesidad en el norte, al lado de una pandemia de desnutrición y de
hambre en el sur. Además, es evidente que estamos también ante una crisis ética
y de las formas de hacer política…
Este
carácter multidimensional y global del actual panorama, nos coloca ante una
situación novedosa: la de una “crisis civilizatoria”, que no es la crisis
cíclica y periódica del capitalismo sino una mayor, que obliga a la humanidad a
repensarse a sí misma, que expresa el fracaso de un modelo de vida, desarrollo
y organización de la sociedad, y que impone buscar y construir un futuro nuevo
y distinto.
Es
necesario comprender las causas de esa crisis, y una categoría útil es la
“aceleración global y despojo”. Aceleración global entendida como un proceso en
el cual, por un lado, aumenta la velocidad de los flujos económicos y
financieros, el ritmo de producción y reproducción del capital, mayor
producción de riqueza, y rápido crecimiento de la economía que llega a
“recalentarse”, y paralelamente a esa aceleración y sobreproducción, un proceso
de despojo de derechos fundamentales. Aceleración global y despojo marchan en
forma paralela. El capital se concentra y acumula, al tiempo que hay mayor
explotación y desgaste de los trabajadores y la población, generando exclusión,
pérdida de derechos, y retrocesos de la salud y de la vida. Estos procesos se
dan en el mundo con un común denominador: disminución del papel del Estado,
desregulación, sobreexplotación y precarización de las condiciones de trabajo.
Ha
crecido la riqueza, y paradójicamente también ha crecido la pobreza. El 10% más
rico de la población percibe y controla el 85% de la riqueza, mientras el 50%
sobrevive con sólo el 1%.
Esto
nos lleva a plantearnos un problema que es paradójico y contradictorio: el
desarrollo de un nuevo patrón tecnológico, coexistiendo con terribles formas de
injusticia y explotación. Se habla de una tercera revolución industrial, de un
nuevo patrón tecnológico, que tendría cuatro grandes elementos:
1.
Inimaginable desarrollo de la informática, con informatización masiva de la
actividad económica, aumento de la velocidad de los flujos financieros y mundialización
de la economía. Base central de lo que algunos llaman la globalización.
2.
Automatización y en algunos casos robotización de la actividad productiva, que
disminuye sustancialmente la necesidad de fuerza de trabajo, produciéndose
muchísima más riqueza, pero generando desempleo.
3.
Producción de nuevos materiales y nanotecnología: la física y la química juegan
con los átomos para diseñar nuevos materiales de resistencias y tamaños
increíbles, que revolucionan la producción, y tienen gran influencia en la
medicina.
4.
Biología molecular, ingeniería genética y biotecnología, que permite descifrar
el genoma y producir nuevas formas de vida, los transgénicos entre ellos.
Este
nuevo patrón tecnológico pudiera generar bienestar y desarrollo, acelera la producción
y la economía, incrementa la producción de riqueza, pero -paradójicamente- no
contribuye al bienestar colectivo porque se basa en un modelo en el cual la
tecnología no es un instrumento para el avance colectivo sino para la
acumulación, la ganancia y la sobreexplotación del trabajo.
Este
nuevo patrón tecnológico ha generado una recomposición productiva con nuevas
formas de organización laboral: trabajo flexible, teletrabajo, maquila,
tercerización, movilización de empresas; todas con sobreexplotación,
desprotección del trabajador y precarización de las condiciones de trabajo. Hay
una coexistencia desigual de un nuevo patrón tecnológico informatizado,
robotizado, que genera nuevos riesgos y nuevas formas de organización del
trabajo, con los viejos modelos tayloristas y fordistas. Pero en ellos siempre
hay algo en común: buscan la máxima explotación del trabajo, porque la ley
fundamental de este modelo de sociedad es obtener la máxima ganancia al menor
costo posible. Esto implica patrones combinados de procesos nocivos, desgaste y
daños, con un aumento de los accidentes y enfermedades vinculadas al trabajo.
La OIT habla de 2.2 millones de muertes anuales vinculadas al trabajo. Hay una
combinación y acumulación de riesgos, seguimos enfrentando los viejos: físicos,
químicos, biológicos; al tiempo que lidiamos con los riesgos de las nuevas
formas de organización del trabajo, robotización y flexibilización.
El
mundo de la llamada informalidad y el trabajo no asalariado crecen,
anteriormente hablábamos de “ejército industrial de reserva” como esa masa de
trabajadores desempleados que buscaban trabajo y tenían la posibilidad en algún
momento de insertarse a la producción; hoy lo que tenemos es una sobrepoblación
excedentaria que nunca tendrá la oportunidad de incorporarse a los circuitos
primarios de producción y estará condenada a vivir en los circuitos
secundarios, en la exclusión, la marginalidad y la delincuencia.
Retos y perspectivas
El
primer reto es la defensa del derecho a la salud, la defensa de lo público, la
confrontación de la concepción de salud como mercancía y de las políticas
privatizadoras. No nos resignemos a sistemas sanitarios donde la salud es
concebida como mercancía. El reto fundamental para la salud pública es la
defensa de la salud como derecho humano y social fundamental, parte del derecho
a la vida.
El
segundo reto es promover políticas de salud intersectoriales que actúen sobre
los determinantes sociales de la salud y promuevan y protejan la salud de la
población; complementándose con un modelo de atención integral, que dé cuenta
de la enfermedad cuando sea necesario.
El
tercer reto es entender y promover la participación social, como elemento
fundamental para una nueva salud pública. Es fundamental acercarnos a los
movimientos sociales, a los nuevos actores de la vida social, a los pueblos originarios,
a las organizaciones de mujeres, organizaciones ecologistas y de defensa del
ambiente. Sin participación consciente y organizada no puede haber buena salud.
Retos para la
academia.
Un gran reto es formar buenos profesionales y producir conocimiento innovador.
Docencia e investigación no sólo para una mejor comprensión de la realidad,
sino para la transformación de esa realidad. Por lo tanto, hay que llevar el
conocimiento a los trabajadores, a sus organizaciones, acompañarlos en sus
luchas. Es necesario que los profesionales y técnicos acompañemos a los
movimientos sociales, que transmitamos esos conocimientos que se producen en
los postgrados en elementos útiles y necesarios para los planes de acción de
las organizaciones sociales. Es fundamental promover alianzas con los nuevos
actores del movimiento popular, con las organizaciones ecologistas y
ambientalistas que luchan contra el cambio climático y el calentamiento global,
con las organizaciones indígenas que plantean un nuevo modelo de relación con
la naturaleza, con las organizaciones de mujeres que luchan por la igualdad de
género y contra cualquier forma de violencia. La conformación de un nuevo
bloque social es fundamental para avanzar.
Retos para los
trabajadores.
Es indispensable fortalecer y renovar la organización sindical, la que ha
venido enfrentando una campaña de descrédito brutal como parte de una política
para destruir a las organizaciones sociales y redes comunitarias, pero que
alguna “dirigencia” ha contribuido con prácticas elitistas, alejándose de las
bases, y refugiándose en prebendas económicas. Por lo tanto, un reto
fundamental es fortalecer, recuperar y renovar la organización sindical, pero
que se haga en el marco de esas nuevas alianzas con los nuevos movimientos
sociales.
Otro
reto es fortalecer la lucha por la salud de los trabajadores, que no se
abandone o se coloque en planos secundarios, es evidente que las nuevas
condiciones de trabajo han relegado la lucha por mejores condiciones de higiene
y seguridad en el trabajo. Deben recuperarse, es necesario fortalecer el papel
de la salud laboral en la lucha y las reivindicaciones de los trabajadores, hay
que seguir luchando por el reconocimiento, prevención y compensación de las
enfermedades y accidentes ocupacionales. En la búsqueda de alianzas con otros
actores y movimientos sociales, un elemento importante es romper con el viejo
criterio de la seguridad social sólo para trabajadores y asumir el criterio de
la universalidad. La salud y la seguridad social para todos sin distingos de
ningún tipo es un elemento importante en las nuevas luchas. Y por supuesto,
rescatar y mantener los grandes derechos de los trabajadores: el derecho a
estar informados, a conocer los riesgos y las condiciones en las que trabajan,
el derecho a organizarse y a participar en el control de esos riesgos, y el
derecho a movilizarse para transformar esas situaciones.
Para
concluir, hago una reflexión sobre la salida a la crisis, que implica un cambio
del modelo de desarrollo y consumo vigentes, que ha demostrado ser
insostenible. Desde lo más profundo de nuestra América mestiza se ha gestado un
debate sobre la sociedad que queremos, nuestros pueblos originarios plantean el
“sumak kawsay1 ” que pudiese expresarse en una vida no mejor que la de otros,
ni en continuo desvivir por mejorarla, sino simplemente buena. El “sumak” nos
remite a lo saludable, lo bueno, el “kawsay” a la vida en comunidad. El “sumak
kawsay” se refiere a la vida buena, al buen vivir, a un modo de vida saludable,
en equilibrio con la naturaleza y satisfaciendo las necesidades de todos. Esta
concepción es opuesta al modelo de vida occidental, centrada en el consumo
superfluo y en la acumulación de bienes. Nuestros pueblos originarios dicen que
la sociedad occidental rinde culto a un modelo de desarrollo y consumo errado,
que acumula riquezas, destruye la naturaleza y genera pobreza. Nos dicen que
esta sociedad lo que quiere es “vivir mejor” entendido como acumular cada vez
más bienes y riquezas, compitiendo entre los hombres para tener más que otros,
mientras que ellos lo que quieren es sencillamente vivir bien, y vivir bien
implica: equilibrio con la naturaleza y satisfacer las necesidades de todos en
forma colectiva. Los pueblos originarios nos dicen que no son dueños de la
naturaleza, por el contrario, que pertenecen a ella, y es la naturaleza quien
nos brinda los bienes que permiten la satisfacción de nuestras necesidades
colectivas, sin acumulación superflua. Nos enseñan que la naturaleza debe
preservarse porque vamos a volver a ella. Y esa vida buena, ese buen vivir está
sustentado en valores colectivos, no individuales sino de solidaridad, dignidad
y armonía con la naturaleza y con los demás. Esa puede ser la base de la
construcción de la nueva sociedad que aspiramos y que debe permitir la
satisfacción real de las necesidades de todos y todas.
Oscar
Feo Istúriz
Universidad
de Carabobo
E-mail:
oscarfeo@comhu.org.pe
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